El dilema de la educación en América Latina:¿Someterse a los sindicatos de profesores o inspirarse en
los campeones mundiales de excelencia educativa?
Polan Lacki y Juan Manuel Zepeda del Valle
En
los países de América Latina existe un creciente consenso de que la
baja calidad de la educación es la principal causa de nuestros problemas
y fracasos personales, familiares, laborales, empresariales,
gubernamentales, etc. Directa o indirectamente, todos estamos siendo
afectados por las debilidades e ineficiencias de nuestro anacrónico
sistema de educación. Y, tal como suele ocurrir, son las grandes masas
de pobres las que están pagando las consecuencias más inmediatas de la
insuficiencia e inadecuación de lo que les enseñaron, o dejaron de
enseñar, sus padres y/o sus profesores. Debido a esta debilidad
educativa los pobres viven permanentemente amenazados y/o afectados por
desgracias que están muy próximas a sus núcleos familiares: subempleo,
desempleo, desnutrición, enfermedades y pésimos servicios públicos de
salud, marginación y exclusión social, conflictos familiares, violencia,
criminalidad, alcoholismo, consumo y tráfico de drogas, etc. Los
gobiernos intentan, pero no logran eliminar ni reducir estos
sufrimientos humanos porque cometen el grave error de hacerlo a través
de efímeras y excluyentes medidas paternalismo-demagógicas; en vez de
eliminar la causa más profunda que origina y alimenta nuestro
subdesarrollo: la insuficiencia y/o inadecuación de conocimientos, de
habilidades/aptitudes, actitudes, valores y principios éticos que, en el
momento oportuno, las instituciones educativas no les proporcionaron.
Necesitamos de una nueva educación que “desenseñe” lo inadecuado y enseñe lo necesario
Nuestro
sistema de educación aún no está cumpliendo su principal función que
consiste en desarrollar las potencialidades latentes de los niños y
jóvenes para que ellos sean menos vulnerables a los sufrimientos recién
mencionados y más auto-dependientes en la solución de sus principales
problemas cotidianos. Desarrollar dichas potencialidades es una tarea
que la educación escolarizada sencillamente no tiene a quien delegar y,
consecuentemente, debe asumirla inmediatamente, pues si ella no lo hace
nadie lo hará. Entre otras, por la elemental razón de que la gran
mayoría de los padres y madres de familia, desafortunadamente, no está
en condiciones de enseñar a sus hijos aquello que a esos mismos padres
nadie les enseñó. Es por este importante motivo que el sistema escolar,
además de mejorar la enseñanza de los contenidos del currículo
convencional, debe asumir dos nuevas atribuciones: a)
“des-enseñar”/corregir las enseñanzas equivocadas que, desde la más
temprana edad, los niños aprendieron con sus padres, con sus vecinos y a
través de los perniciosos e destructivos programas de televisión; y b)
reforzar el componente de actitudes, principios y valores que la mayoría
de los padres no tuvo condiciones de proporcionar a sus hijos.
La
mayoría de los padres de familia, conscientes de que, en la era del
conocimiento, es necesario estudiar cada vez más, hacen un gran esfuerzo
para que sus hijos concluyan la educación fundamental o primaria y, si
es posible, la de nivel medio. Sin embargo, cuando los jóvenes alcanzan
tal escolaridad y, llenos de esperanzas, buscan su primer empleo surge
la gran decepción. Los conocimientos (insuficientes, disfuncionales,
descontextualizados, fragmentados, teóricos y abstractos) que la escuela
les proporcionó, no son aquellos que los potenciales empleadores
necesitan encontrar en un buen funcionario o empleado. El mercado de
trabajo los rechaza porque las escuelas no les proporcionaron los
conocimientos, tampoco las aptitudes y mucho menos las actitudes, los
valores y los principios éticos que son necesarios para tener un
desempeño más responsable, eficiente y productivo en el trabajo. Ante
esta realidad cabe preguntar: ¿de qué sirvió aumentar los gastos y los
esfuerzos, de los gobiernos y de los padres de familia, para que los
alumnos pudieran frecuentar la escuela durante 9 o 12 años?
Definitivamente, no podemos seguir ilusionándonos de que estamos
educando a los alumnos para los desafíos del presente y del futuro; por
esta razón y sin perder más tiempo, necesitamos hacer algo radicalmente
diferente de lo que hemos hecho hasta ahora.
¿Por dónde empezar: por la reforma ideal o por la reforma posible?
Una
reforma educativa factible y eficaz, no necesariamente deberá empezar
en los gabinetes de los ministros de economía y de educación, a quienes
siempre estamos reivindicando altas decisiones políticas y recursos
adicionales para el sistema educativo. Ella deberá empezar en las dos
fuentes que están originando la baja calidad de nuestra educación y,
como consecuencia, impidiendo el florecimiento de las potencialidades de
desarrollo existentes en los niños y jóvenes de nuestros países. La
primera fuente está instalada en las facultades de educación y/o
pedagogía y en las escuelas normales que forman los futuros profesores;
la segunda, que es consecuencia directa de la primera, está alojada en
las escuelas fundamentales o primarias. En estas dos instituciones, de
extraordinaria importancia estratégica para el desarrollo de cada
nación, paradójicamente, está funcionando el generador inicial de las
gravísimas debilidades y distorsiones del nuestro sistema educativo; y,
consecuentemente, en ellas deberá empezar la gradual, pero inmediata,
reconstrucción de nuestra semi-destruida educación. Los mejoramientos en
la educación secundaria e terciaria vendrán, en buena medida, como
consecuencia del efecto irradiador, de las dos reformas prioritarias
recién propuestas.
¿Si es tan imprescindible y urgente mejorar nuestra educación, porque no lo hacemos?
Entre
otros, por los siguientes obstáculos, aparentemente inofensivos, pero
que tienen una altísima incidencia en la baja calidad de nuestra
educación. Varios de ellos podrían ser evitados y/o eliminados por los
propios profesores y directores de las unidades escolares:
Primer obstáculo.
Las actitudes de los líderes sindicales de los profesores que suelen
confundir las autoridades, los medios de comunicación y la opinión
pública, al presentar ruidosas reivindicaciones de sus intereses corporativos
(decisiones políticas más generosas en términos de salarios, calendario
escolar, jornadas de trabajo, estabilidad en el empleo, jubilaciones
precoces, tolerancia con el elevado ausentismo de los docentes, etc.).
Presentan tales reivindicaciones de interés corporativo, como si fuesen
requisitos imprescindibles para que los profesores corrijan sus
ineficiencias y mejoren su desempeño docente. Con tal procedimiento,
durante décadas y más décadas, los sindicalistas se han mantenido en una
muy cómoda postura de “condicionar” el
mejoramiento del desempeño docente a que los gobiernos satisfagan sus
reivindicaciones recién mencionadas. Los líderes sindicales subestiman y
deprecian a sus representados al no reconocer que en muchos casos, los
propios profesores y directores de las escuelas podrían corregir sus
principales y más frecuentes debilidades e ineficiencias; inclusive
practicando el auto-estudio a través de las extraordinarias facilidades y
oportunidades actualmente proporcionadas por la Internet, ya
disponibles en una creciente cantidad de escuelas. Porque las medidas correctivas
más urgentes para mejorar la pésima calidad de nuestra educación, no
necesariamente requieren de altas decisiones gubernamentales ni de una
elevada asignación de recursos adicionales a los que ya están
disponibles en muchas instituciones educativas; aunque tales apoyos
externos sean siempre deseados y bienvenidos.
La educación necesita de profesores excelentes y no tanto de sindicalistas elocuentes
Al
ser demandados a mejorar la calidad de la educción los líderes
sindicales argumentan que no pueden hacerlo por las siguientes razones:
que la inversión pública en educación es insuficiente (como porcentaje
del PIB), que los sueldos son muy bajos con la consecuente necesidad de
tener que trabajar en varios turnos y en varias escuelas distantes unas
de las otras, que faltan laboratorios, bibliotecas y computadoras, que
existe exceso de alumnos en cada sala de aula, que ellos no tienen
oportunidades de hacer cursos de posgrado en el exterior y que los
alumnos llegan a las escuelas muy mal educados por sus padres. En
relación a esta última justificativa, es necesario no olvidar que los
alumnos llegan a sus escuelas mal educados, principalmente porque a sus
padres la escuela que frecuentaron tampoco les enseñó a ser bien
educados. Evidentemente que está fuera de discusión que algunas de estas
dificultades/adversidades mencionadas por los sindicalistas existen y
necesitan ser corregidas y/o eliminadas por los gobiernos. Sin embargo, ellas
están muy lejos de ser las principales causantes de la
disfuncionalidad, descontextualización y bajísima calidad de nuestra
educación.
Si estas reivindicaciones de los sindicatos fuesen las verdaderas causas, cabrían las siguientes preguntas:
a) ¿Por qué en aquellas muchas escuelas en las cuales esas adversidades/restricciones ya fueran eliminadas o atenuadas, la educación sigue siendo de baja calidad?
b)
¿Por qué en los varios países latino-americanos en los cuales los
gobiernos hicieron y siguen haciendo elevadas y crecientes inversiones
en el sistema de educación e incrementaron los sueldos de los profesores
(Brasil, México, Chile, Colombia, etc.), no hubo mejorías cualitativas
en el desempeño de los docentes ni en el aprendizaje de los alumnos?
Reiterados
estudios realizados por instituciones serias, nacionales e
internacionales (A propósito se sugiere leer el Informe McKinsey - “Cómo hicieron los sistemas educativos con mejor desempeño del mundo para alcanzar sus objetivos”: http://www.eduteka.org/pdfdir/McKENSEY_InformeReformaEducativa.pdf),
han demostrado que esas supuestas causas indicadas por los líderes
sindicales no tienen mayor incidencia en la calidad de la educación; y
por esta razón las disculpas de los sindicalistas no resisten a una
argumentación seria. Varios estudios también han demostrado que existen otras causas,
mucho más importantes que las esgrimidas por los sindicalistas, cuya
eliminación produciría un extraordinario impacto en el mejoramiento de
la calidad de la educación. Entre estas otras causas,
casi todas ellas pasan por la necesidad de mejorar dramáticamente la
formación, capacitación, supervisión/evaluación y la motivación de los
docentes y por la necesidad de seleccionar y nombrar competentes y exigentes
directores en las escuelas. Cumplidos estos dos requisitos muchas de
las causas reales de la baja calidad educativa podrían ser evitadas,
corregidas o eliminadas por los propios profesores y directores de las escuelas; independientemente de lo que hagan o dejen de hacer las altas autoridades educativas nacionales.
¿Dónde está el origen de la baja calidad de la educación?
Es
en la inadecuada formación, capacitación y supervisión de los docentes y
directores que se originan las profundas debilidades del sistema de
educación. Por este motivo es en los docentes y con los docentes,
fundamentalmente dentro de las salas de aula y de las respectivas
escuelas, que podemos y debemos iniciar y concentrar los esfuerzos en
pro del mejoramiento de la educación. Debemos hacerlo, pragmáticamente,
desde abajo hacia arriba y desde adentro hacia afuera de las escuelas,
en vez de seguir esperando que las soluciones vengan desde afuera hacia
adentro de las escuelas y desde arriba hacia abajo. Es en el desarrollo
de las competencias, actitudes y desempeños de los profesores y
directores, y no necesariamente en las altas decisiones políticas ni en
el modernismo de las instalaciones físicas de las escuelas, que es
necesario hacer una inversión inteligente, pragmática y prioritaria para
que ellos tengan un mejor desempeño dentro de las salas de aula y de las escuelas.
En resumen, presiones sindicales basadas en diagnósticos que no
interpretan el pensamiento de los buenos profesores están induciendo los
gobiernos a derrochar los escasos recursos públicos en “prioridades”
corporativas, que no necesariamente son sinónimos de prioridades
educativas. Es por esta razón que los gobiernos están gastando cada vez
más en educación, pero las escuelas no están educando cada vez mejor. En
vez de seguir dando oídos a estos sindicalistas, nuestras autoridades
educativas y nuestros profesores y directores deberían analizar,
aprovechando las facilidades de la Internet, qué fue lo que hicieron y
siguen haciendo las escuelas de Shangai (China), Singapur, Corea del
Sur, Finlandia y Hong Kong, países/estados que en las décadas de 1950 e
1960 eran pobres y hasta pobrísimos, cuyos alumnos obtuvieran de manera
brillante los primeros cinco lugares entre los 67 países
que participaron del último examen PISA-OCDE realizado en el año 2009.
Mientras que, en nuestra “triunfalista”, sindicalizada y mal educada
América Latina, Chile, Uruguay, México, Colombia, Brasil, Argentina,
Panamá y Perú ocuparon, respectivamente, los lugares de números 45, 48,
49, 53, 54, 58, 63 y 64 entre los 67 países participantes. La humildad y
el sentido común recomiendan que nos inspiremos en quienes, con tanto
éxito, hicieron y siguen haciendo los campeones mundiales en materia de
excelencia educativa.
¿Formar profesores críticos o autocríticos?
Segundo obstáculo.
La pésima formación que las facultades de educación/pedagogía o
escuelas normales están proporcionando a los futuros profesores
(disfuncional, descontextualizada, excesivamente teórica y abstracta,
politizada e "ideologizada”). En muchas de ellas se insiste en repetir
el slogan de que su principal función es formar profesores conscientes y
críticos (pero esto en la práctica ha sido sinónimo de criticar los
propios gobiernos, los países ricos y desarrollados, la globalización y
el neoliberalismo, el FMI y el Banco Mundial; siempre atribuyendo a los
demás, y nunca a nuestra pésima educación, la culpa por nuestro
subdesarrollo). En vez de asumir la responsabilidad de mejorar nuestra
educación formando profesores competentes que, en la era del
conocimiento, puedan actuar como los más eficaces agentes de desarrollo
de cada país. Evidentemente que es necesario que las facultades de
educación/pedagogía y escuelas normales formen profesores conscientes y
críticos de las injusticias y desigualdades sociales imperantes en
nuestros países. Sin embargo, mucho más prioritario y constructivo será
formar futuros profesores autocríticos que
analicen las profundas disfuncionalidades e ineficiencias de nuestro
sistema educativo; y que durante su período de formación universitaria
adquieran la capacidad, la motivación y el compromiso de corregir, ellos
mismos, aquellas debilidades de las instituciones educativas que pueden
y deben ser corregidas por los propios profesores. Porque gran parte de
estas desigualdades e injusticias sociales, coincidentemente,
tiene su origen en la disfuncional y inadecuada formación que los
profesores recibieran en las escuelas que frecuentaran. Adicionalmente
estas facultades de educación/pedagogía y escuelas normales mantienen a
los alumnos durante 4 o 5 años encerrados en las salas de aula; con
mínimo o nulo contacto/consulta con los clientes/usuarios/beneficiarios
de su futuro ejercicio profesional como docentes. Con tal aislamiento,
los profesores de estas facultades y escuelas normales están formando
los futuros educadores a través de excesivas y tediosas sesiones
discursivas en las aulas. En vez de llevarlos a conocer la dura realidad
cotidiana en la cual viven los pobres (en los hospitales públicos, en
las colas de desempleados, en las colas de los servicios de salud
pública y seguridad social, en los servicios de recuperación de
drogadictos, etc.) para que constaten que, en gran parte, tal realidad
podría y debería ser evitada o disminuida a través de una educación de
buena calidad. En muchas facultades de educación/pedagogía
y escuelas normales se ocupa demasiado tiempo en teorizar
elucubraciones y abstracciones (sobre los aspectos filosóficos,
sociológicos, históricos y antropológicos de la educación, las teorías
de Jean Piaget, Liev Vigotski y Paulo Freire, etc.); en vez de
enseñarles aquello que es verdaderamente medular y prioritario: cómo
otorgar a los futuros profesores una formación más utilitaria,
eclética, funcional, práctica y pragmática de modo que, inmediatamente
después de egresados, sepan en la teoría y especialmente en la práctica:
- en
primerísimo lugar, enseñar a los niños y jóvenes las actitudes,
comportamientos, principios y valores para que tengan una convivencia de
disciplina, cordialidad, respeto y solidaridad/cooperación en la
escuela, en el hogar, en la comunidad y en el futuro en el trabajo;
-
cómo levantar el ego, la auto-estima y la autoconfianza de los niños y
jóvenes para que adquieran la voluntad de progresar en la vida a través
de su propio y eficiente esfuerzo;
- cómo enseñar a sus futuros alumnos a través de prácticas docentes más eficientes para obtener mejores rendimientos educativos;
-
cómo preparar y presentar clases estimulantes y productivas que
despierten la atención, la curiosidad y la creatividad de sus futuros
alumnos; como estimular el hábito de la lectura y del auto-estudio;
-
cómo estimular en los alumnos la adopción de "buenas prácticas" de
comportamientos para mantener la disciplina en las salas de aula;
- cómo preparar y evaluar deberes de casa, que estimulen y fortalezcan la dedicación a los estudios;
- cómo establecer una relación de cooperación con los padres y madres de los alumnos y con sus comunidades;
-
cómo mejorar las actitudes y procedimientos cotidianos de los
profesores, funcionarios y alumnos de cada escuela, con el objetivo de
que sus buenos comportamientos actúen como una especie de currículo oculto o invisible y sirvan como ejemplos a ser internalizados y adoptados por los futuros profesores.
Durante el período de formación las facultades de educación/pedagogía y escuelas normales deberían exigir que sus alumnos ejecuten/realicen en la práctica
lo que están aprendiendo en la teoría; y que practiquen lo que les es
enseñado, tantas veces cuantas sean necesarias, hasta que aprendan a
hacerlo con perfección, y adquieran el buen hábito de hacerlo con
perfección y prolijidad, desde la primera vez. Es durante el período de
formación, y no después de egresar y fracasar como profesores,
que deberán adquirir las competencias necesarias para tener un buen
desempeño docente y, como consecuencia, mejorar el rendimiento en el
aprendizaje de sus futuros alumnos. Estas prácticas deberán ser
supervisadas y evaluadas por los profesores de las facultades/escuelas
normales y, siempre que sea necesario, deberán ser inmediatamente
corregidas, in situ, por los propios alumnos, bajo la estricta supervisión de los docentes.
En
las debilidades y disfuncionalidades de formación de los futuros
profesores, reside una importantísima, aunque subestimada y hasta
ignorada, causa de la pobreza y del subdesarrollo de la América Latina.
Los primeros reflejos de esta débil formación comienzan a manifestarse
en las escuelas fundamentales o primarias. Inmediatamente después, en
virtud del "efecto cascada" de este débil comienzo, provocan el bajo
desempeño/desmotivación/tedio/deserción de los alumnos en las escuelas
de educación media y de estas en las de educación superior. La
inadecuada e insuficiente formación de los futuros docentes afecta,
especialmente, a aquellas grandes mayorías de pobres para las cuales el
acceso a las escuelas fundamentales/primarias es la única oportunidad de
aprender algo útil para mejorar su futuro desempeño en la vida y en el
trabajo. Esta gran oportunidad de estimular la creatividad, desarrollar
las potencialidades latentes y abrir futuras posibilidades de desarrollo
a todos los ciudadanos de cada país, no puede seguir siendo
desperdiciada ni siquiera postergada, porque en tal caso será muy
difícil, por no decir imposible, recuperarla en el futuro. Es por este
motivo adicional que las facultades de pedagogía/educación y escuelas
normales deben otorgar especial énfasis e importancia a una adecuada
formación de los futuros profesores de las escuelas primarias o fundamentales.
Porque debido a la baja calidad imperante en esta etapa de enseñanza,
son muchos los niños que, al completar los 4 años iniciales de las
escuelas fundamentales las abandonan porque no encuentran motivación ni
estímulo para seguir estudiando. Las abandonan, sin haber adquirido
suficientes conocimientos, auto-estima, autoconfianza, formación cívica,
deseo de superación, disciplina ni motivación para el trabajo.
Abandonan las escuelas pasivos, apáticos y sin iniciativas; y con estas
fragilidades son potenciales candidatos al fracaso, al desempleo, a los
vicios y a la criminalidad.
La urgencia requiere una medida inmediata y eficaz
Tercer obstáculo.
Sin embargo, no podemos esperar hasta que las facultades de
educación/pedagogía y escuelas normales formen esta nueva generación de
docentes; porque nuestro sistema de educación está semi-destruido,
realidad que recomienda medidas tal vez menos perfectas, pero que
produzcan resultados más inmediatos. En las propias escuelas
fundamentales los profesores deberían tener reales oportunidades de
capacitación y auto-capacitación (de corta duración, eminentemente
prácticos y participativos); de modo que, después de capacitados, los
propios profesores de las escuelas fundamentales/primarias puedan ser
los protagonistas de la corrección o eliminación de las ineficiencias
que actualmente cometen con mayor frecuencia. En América Latina todavía
tenemos un elevado porcentaje de alumnos que, luego de concluir los
primeros 4 años de la educación fundamental, ni siquiera saben leer y
escribir, y cuando aparentemente leen no consiguen interpretar lo que
están leyendo; tampoco consiguen efectuar correctamente las 4
operaciones aritméticas y mucho menos cuando estas incluyen cálculos con
fracciones ordinarias. Ese bajísimo aprovechamiento educativo demuestra
que muchos profesores de las escuelas fundamentales/primarias aún
poseen debilidades primarias y elementales en su desempeño docente; las
cuales,
consecuentemente requieren correcciones igualmente primarias y elementales
que no justifican largos, teóricos y caros cursos convencionales de
postgrado. La adopción de estas medidas pragmáticas de capacitación y/o
auto-capacitación permitiría un inmediato mejoramiento en el desempeño
de los profesores en las salas de aula, sin necesidad de apartarlos de
sus puestos de trabajo por largos períodos.
Implantar la “meritocracia” y no capitular ante los “caciques”
Cuarto obstáculo.
La nefasta interferencia político-partidaria y sindical en la
formulación de las políticas educativas y particularmente en la
designación/nombramiento de los profesores y directores de las
facultades de educación/escuelas normales y escuelas fundamentales.
Debido a los daños que producen tales interferencias, estas decisiones
nunca deberían ser influenciadas por los "caciques" políticos y
sindicales. Antes de asumir sus cargos los directores de las mencionadas
facultades y escuelas fundamentales, deberían recibir una capacitación
práctica de pre-servicio y hacer una pasantía en alguna escuela
reconocida por la excelencia de su administración y de los resultados
educativos obtenidos. Esta pasantía les permitiría aprender qué y cómo
deberán hacer para mejorar el rendimiento educativo de la escuela que
tendrán la responsabilidad de dirigir. En la educación, que es el más
importante y estratégico sector para el desarrollo de cualquier país, el
imperio de la “meritocracia” debería ser un
valor innegociable. Una institución y una función tan noble como es la
educación necesita ser "blindada" contra estas interferencias
perniciosas.
Quinto obstáculo.
La inexistencia de estímulos salariales a los mejores profesores. Lo
docentes deberían ser regularmente supervisados y evaluados, dentro de las salas de aula.
Las eventuales fallas y debilidades deberían ser inmediatamente
corregidas por los evaluados bajo la orientación de los evaluadores. En
el futuro las instituciones educativas deberían tener flexibilidad para
pagar sueldos diferenciados en función de los resultados de las
supervisiones y evaluaciones recién mencionadas. Pagar el mismo sueldo
al mejor y al peor profesor significa castigar a los más
eficientes/competentes y premiar a los más ineficientes/incompetentes; y
con tal “democracia” abrir el camino para que en las escuelas se
instale y perpetúe la apatía, la desmotivación y la mediocridad.
Sexto obstáculo.
Todas las escuelas deberían tener un currículo con contenidos mínimos,
con objetivos de aprendizaje claros y precisos, con exigencias rígidas
para su cumplimento. También deberían contar con libros de apoyo
didáctico; estos deberían ser elaborados por educadores experimentados y
pragmáticos, para que sepan distinguir lo que es esencial y lo que es
secundario para ser incluido en los referidos libros. Es necesario que
cada profesor reciba una clara orientación superior sobre qué y cómo
deberá enseñar, para evitar que tales decisiones sean basadas apenas en
su criterio personal.
Séptimo obstáculo.
La evidente inadecuación de los contenidos curriculares. Los currículos
de las facultades de educación/escuelas normales y de las escuelas
fundamentales incluyen muchos contenidos irrelevantes y o
desactualizados que deberán ser reemplazados por otros que sean de real
necesidad, importancia y aplicabilidad para: las etapas posteriores de
estudios, para la vida y el trabajo de la mayoría de los alumnos.
Para aprender más y mejor es necesario enseñar más y mejor
Octavo obstáculo.
La excesiva generosidad en la formulación y especialmente en el
cumplimiento del calendario escolar. Si existe consenso de que en la era
del conocimiento todos los ciudadanos necesitan aprender más y mejor,
el primero y más importante requisito es que en el sistema de educación
los profesores enseñen más y mejor y los alumnos aprendan más y mejor.
Esta premisa nos lleva a la siguiente reflexión: ¿si la gran mayoría de
los ciudadanos tiene que trabajar 11 meses al año y 8 horas al día, por
qué en las escuelas tenemos, en promedio, apenas 8 meses de aulas al año
y 4 horas al día; especialmente si consideramos que en esos 8 meses
tenemos frecuente ausentismo de profesores, feriados, pre-feriados,
pos-feriados y paros de docentes, funcionarios o estudiantes? Con esta
permisividad, los teóricos 180 días del calendario escolar en muchos
casos acaban por transformarse en 140. Mientras que un país como Corea
del Sur, que enfrentó con seriedad y objetividad el desafío de mejorar
su educación, exige 220 días lectivos y con jornadas diarias de
estudios, dentro y fuera de las salas de aula, que llegan a 12 horas al
día.
Es necesario premiar y reconocer los mejores profesores
Noveno obstáculo.
Los profesores eficientes no son valorados por su desempeño y
resultados educativos. Es recomendable establecer estímulos/premios,
monetarios o de reconocimientos públicos, para estimular a todos los
profesores de cada país a actuar como protagonistas/sujetos de las
innovaciones y mejoramientos en la educación. Es necesario adoptar
medidas y estímulos que contribuyan a reemplazar la "victimización", la
omisión y las protestas de los profesores, no apenas por propuestas,
pero especialmente por su efectivo compromiso y protagonismo en la
introducción de medidas “eficientizadoras” concretas dentro de las salas
de aula y de sus propias escuelas. Actualmente los esfuerzos y
conquistas personales de los mejores profesores no son reconocidos ni
premiados; en términos salariales, da lo mismo ser óptimo o ser pésimo
como profesor. Con este propósito de valorización, en vez de seguir
premiando a los seudo-ídolos del fútbol, de las telenovelas, de los
desfiles de modas, del Big Brother y de los nuevos ricos que aparecen en
la Revista “Caras” y otras similares, deberíamos premiar y reconocer a
los verdaderos ídolos y héroes del mundo moderno, que son aquellos
competentes, dedicados y anónimos profesores que existen en todos los
países de América Latina.
Décimo obstáculo.
Inexistencia de medidas de valoración de la profesión docente. Tal
valoración debería empezar atrayendo para ingresar a las facultades de
educación/pedagogía a los mejores egresados de la educación secundaria y
estableciendo criterios muy rigurosos para seleccionar los candidatos
con mayores potencialidades para el magisterio (con énfasis en el
dominio del idioma, matemática, comunicación fluente y inteligible,
deseo e interés de seguir estudiando y perfeccionándose, y
especialmente, vocación y voluntad de ser docente). En Corea del Sur
solo pueden postularse a las escuelas formadoras de profesores los 5%
mejores alumnos de la secundaria, en Finlandia los 10% y en Singapur los
30%. En América Latina ocurre exactamente lo contrario, pues ingresan a
las carreras docentes los que obtuvieran los últimos lugares en la
enseñanza media o preparatoria. La estrategia más eficaz para valorar la
profesión docente y pagarles sueldos justos y estimulantes consiste en
seleccionar los mejores talentos a las facultades de educación/pedagogía
y en estas ofrecerles una excelente formación. Un salario digno,
antigua y legítima reivindicación de los profesores, cuya solución
deberá ser consecuencia de su excelente desempeño profesional.
Una reflexión final: el efecto destructivo de la televisión
La
adopción de estas 10 medidas, de fácil introducción y bajo costo,
permitiría un significativo mejoramiento en la calidad de nuestra
educación. Sin embargo, para que esto ocurra los gobiernos deberían
establecer severas normas y restricciones a los medios de comunicación,
especialmente radio y televisión. Normas que los obliguen a mejorar
dramáticamente los contenidos de sus programas y de sus engañosos
mensajes publicitarios, que están anulando/destruyendo lo poco que las
escuelas y los padres están enseñando a sus hijos. Es simplemente
inaceptable que los poderosísimos medios de comunicación (cuyo
funcionamiento depende de previa concesión/autorización gubernamental)
no sean aprovechados/utilizados para difundir y estimular la adopción de
aptitudes, comportamientos, principios y valores (de honestidad,
integridad, honradez, amor al trabajo, cooperación y solidaridad,
cumplimiento de deberes como ciudadanos, respecto al prójimo y a sus
derechos, etc.); además de recomendaciones sobre higiene, alimentación,
prevención de enfermedades, primeros auxilios, etc. También es
inaceptable que continuemos tolerando que estos medios de comunicación,
con la angelical disculpa del “sagrado derecho a la libertad de
expresión”, sigan "deseducando" e idiotizando a los oyentes y
telespectadores con mensajes de consumismo, individualismo y egoísmo,
violencia, banalidades, mediocridades y trivialidades, ostentación y
vanidad, incitación a los vicios e idolatría a seudo ídolos.
Especialmente si considerarnos que podrían y deberían difundir, con
bajos costos y alta eficacia/eficiencia, el más imprescindible insumo
del mundo moderno que es el conocimiento útil, cuya insuficiencia es la
principal causante de los problemas, sufrimientos y angustias de la
mayoría de los latino-americanos. En Brasil, a modo de ejemplo, los
niños consumen pésimos programas de TV, en promedio, durante 5 horas al
día; esto significa que dedican más tiempo a “deseducarse” en la
televisión que a educarse en las 4 horas que permanecen en las escuelas;
muy probablemente algo similar ocurre en casi todos los demás países
latino-americanos. Con tal inversión y destrucción de valores es triste y
tenebroso el futuro de nuestra América Latina.
A través de los e-mails Polan.Lacki@onda.com.br teléfonos (55-41) 3243-2366 celular 9602-1239 y manuelzepedaster@gmail.com teléfonos (52-492) 9246147 (CRUCEN de la Universidad
Autónoma Chapingo - México) celular (52-492) 544-4852, los autores del
artículo recibirán con especial beneplácito críticas a su contenido.
Es de celebrarlo, en tanto que la película (un documental argumentado y dramatizado) tiene la gran virtud de volver a poner sobre el tapete el inconformismo de niños y adolescentes en las aulas de clase –que no es menor, valga decirlo, entre los universitarios–. No por leer ese inconformismo como producto de la pereza, ‘propia’ de los jóvenes, va a dejar de existir y de constituir uno de los mayores obstáculos para la educación; uno que, en consecuencia, todo educador tendría el deber de contrarrestar.
ResponderEliminarPor eso también es digno de celebrar el cuestionamiento a las lógicas de la escuela moderna, presente de principio a fin en la producción. Esas lógicas que entendieron que ‘contrarrestar’ significaba reprimir o vigilar, para premiar o castigar; esas posturas conductistas fundamentadas en el miedo y que los docentes suelen asumir con facilismo. Nada gratuito que en los colegios aún exista la nefasta figura del ‘coordinador de disciplina’, camuflada, ahora, como ‘coordinador de convivencia’; esa misma que en la universidad vuelve a degradarse, por completo, a la figura del ‘profesor lambón’.
Es de celebrar que los realizadores defiendan, así, “el desarrollo de una educación integral centrada en el amor, el respeto, la libertad y el aprendizaje”. Desarrollo del que valga rescatar el difícil e irrenunciable reto de una educación cada vez más lúdica –que no requiere que el profesor se convierta en un payaso, que más bien implica poner en práctica las bondades pedagógicas de la compleja y seria noción de juego–.
No es de celebrar, sin embargo, que en la defensa de esa propuesta los realizadores pequen de unilaterales. Que su mayor esfuerzo argumentativo apunte a que debería ser el estudiante, no el educador, el que decidiera los contenidos dignos de aprender; que descuiden, así, el examen crítico de los requerimientos de semejante propuesta. Es cierto que en el modelo tradicional, bajo la enseñanza de contenidos jerarquizados, poco o nada pareciera importar la calidad, en tanto que persona, y la libre elección del estudiante. Pero una vez fuera de las instituciones educativas, él mismo tendrá que enfrentarse a un sistema en el que, quiéralo o no, tan solo valdrá lo que pueda demostrar mediante títulos; él mismo entenderá que el anhelado cambio del modelo educativo requeriría de un cambio del sistema en general. Nada menos que una utopía.
Tal vez sea preferible reflexionar, entonces, sobre otro de los inconformismos que también señala la película, que no solo es subsanable sino que, a su vez, podría mitigar el de los estudiantes: el inconformismo del profesor. Pues “El que sabe, sabe, y el que no, enseña”. Así reza el dicho popular. Uno que apunta a desacreditar la docencia, pero que, en esencia, también se dice de todas las profesiones que no producen resultados de una manera directa y lucrativa. Un dicho agudo e insultante, que por más desconcertante que pueda parecer, encierra una creencia generalizada, incluso, entre los mismos profesores. Profesores infelices. Profesores vergonzantes.
Una causa del subdesarrollo es que la educación no sea prioritaria para los gobiernos; una consecuencia, que la docencia sea una de las profesiones más desagradecidas en cuanto a proporción entre inversión y remuneración. No por eso, sin embargo, dejará de ser una de las más nobles y esforzadas. No por eso el subdesarrollo será menos una cuestión de mentalidad. En contraste con las tesis de la película, bien podría ser que ese cambio de mentalidad fuera mucho más importante que el del modelo educativo como tal.
Con todo, sigue siendo objeto de celebración que La educación prohibida se presente como un aprendizaje continuo y nada concluyente. Mucho más, dada su insistencia en la imposibilidad de educar cuando no se es feliz; esa sí, una verdadera educación prohibida.